No hay nada que sea más dañino para la estabilidad y el correcto manejo de una empresa que dejar que algo podrido y que apesta, se mantenga lo suficiente dentro de la empresa hasta que ésta quede totalmente podrida y apeste.
Por qué entonces, apesta trabajar ahí, apesta comprar ahí y apesta hacer negocios ahí y por lo tanto, como con todo lo podrido no quede nada que hacer más que desecharlo o aprovecharlo como abono para lo que venga.
En las empresas, existen muchos tipos de activos que hay que “mantener” o “administrar” justo para cuidar que sigan manteniendo o incrementando su valor y es precisamente de la suma de estos recursos que se genera la principal premisa de valor para una empresa, osea la empresa vale lo que valgan sus activos.
Pero hay un recurso dentro de las empresas que es un poco más difícil de entender y de valuar, que son quienes se encargan no sólo de mantener y administrar, sino de atender, producir y promover el correcto uso y explotación de esos recursos para el beneficio de ellxs y de la empresa para la que trabajan, siendo estas personas (humanos) y el producto de sus acciones, el recurso más valioso de cualquier empresa que reparte utilidades.
Seamos claros con esto, los inmuebles como bienes que pueda llegar a poseer una empresa tienden a nada (a cero) sin humanos que los mantengan y los atiendan, por eso tan importante el dicho de “El que tenga tienda, que la atienda” y tan real el hecho de que “Las empresas valen: primero, por las personas que las operan y las atienden; y segundo, por los bienes que poseen o posean”
Sin embargo, el recurso humano es difícil de valuar, por lo que en ocasiones su costo está más relacionado con los pasivos que con los activos a la hora de generar el balance de valor dentro de una empresa y es claro que no debería de serlo, un humano dentro de una empresa es un bien antes que una deuda…
Pero siendo que las personas como tal no pueden ser propiedad de nadie más que de sí mismas, ese bien o valor es difícil de identificar, reconocer y compartir en lo individual en donde las empresas pasarían a ser dueños de las cartas de sus empleados así como lo son los clubes de fútbol de sus jugadores.
Sin embargo, en el caso de las empresas existe una diferencia con los clubes de fútbol que parece sútil pero que cambia por completo las reglas sobre cómo contratar a un nuevo jugador dentro de tu equipo y las reglas de lo que hay que hacer para que ese jugador se mantenga motivado y sus actividades continúen agregando y construyendo valor, la diferencia radica en el valor intangible que los jugadores producen con y para la empresa.
Intangible es un adjetivo que se refiere a todo aquello que no puede ser percibido claramente por los sentidos. Es decir, un intangible es lo que es inmaterial. Nos referimos, por ejemplo, a un conjunto de normas, sentimientos y emociones.
Regresando a la idea rectora del texto, lo que quiero ligar es justamente la idea de que si en tu empresa no existen esquemas de reconocimiento y compartición del valor producido colectivamente, lo más seguro es que las cosas apesten y por lo tanto el clima no sea agradable, y por desgracia que esas personas más que ayudándote a construir y mantener el valor de tu empresa, estén “trabajando sin darse cuenta” que todos los días apesta.
Sin embargo, es en el reconocimiento del valor de los intangibles en donde se encuentra la clave para la mejora y mantenimiento del clima laboral dentro de las empresas:
“Los activos intangibles vienen definidos en los International Valuation Standards (IVS) en su última versión de 31/01/2020, como activo no monetario que se manifiesta por su valor económico. No posee apariencia física, pero concede derechos y/o beneficios económicos a su titular.”
Y es debido a su naturaleza “no física” que se vuelve aún más interesante el trabajo de la identificación y reparto de los derechos y beneficios que estos generan a sus titulares (socios) y co-titulares (colaboradores) precisamente como un ejercicio de integración de los equipos detrás de las marcas que colectivamente representan, así como lo hacen los clubes de fútbol detrás de sus banderas y sus escudos.
Por intangibles deben entenderse y reconocerse en las empresas los siguientes activos:
Marcas, submarcas y cualquier aplicación física o digital de las mismas.
Conceptos rectores de negocio.
Sus páginas y sus medios de comunicación web.
Sus guiones publicitarios, obras audiovisuales y/o obras pictóricas.
Sus softwares y demás programas de cómputo.
Sus acciones y las acciones de su propiedad en otras empresas.
Sus recetas, recetarios, manuales y demás documentos de operación.
Publicaciones en medios de difusión masiva como revistas, radio y más.
Sus contratos comerciales, laborales y de negocios como franquicias o derechos de uso de marcas.
“La llave de negocio” el valor de negocio dado por estar funcionando.
Y por enemigos de valor para los intangibles entiéndase:
Mal clima laboral,
Malas relaciones de negocios o mala reputación de tu marca,
Socios incómodos, intranquilos e inconformes,
Marcas no registradas y mal utilizadas,
Obras y publicaciones no registradas,
Procesos no documentados,
Valores de marca no implementados,
Políticas de empleo anticuadas o paternalistas.
Relaciones comerciales no contratadas.
Demandas y reclamos de terceros sobre los derechos del intangible,
Bueno pero, ¿Cómo se valora entonces a un intangible?
Se valora utilizando la suma de los costos o valores (Beneficios y derechos) individuales de los activos y pasivos del intangible. Es la acumulación de los costos en los que se ha incurrido para construir el intangible desde su inicio y de los ahorros y beneficios que produce tenerlas en el presente y que puede llegar a generar en el futuro.
El valor es el resultado de la balanza entre activos y pasivos relacionables con cada intangible en cuestión.
Gerardo Gaxiola Gallardo
Director Comercial axion-e
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